Dar cualquier cosa menos que lo mejor que hay en ti, es desperdiciar tu talento
Ayer estaba hablando con una amiga runner, que además forma parte de este pequeño grupo de amigos de “Peleando a la contra”. Le comentaba mi problema de siempre cuando salgo a correr, ya que ella sabe de estas cosas.
El tema es que aunque intente salir a hacer un rodaje largo y tranquilo, siempre acabo corriendo con el cuchillo entre los dientes (metiendo al corazón en zona 5 -la máxima en pulsaciones-) durante casi todo el entrenamiento. Sé que soy generoso utilizando la palabra entrenamiento, porque eso es como salir siempre a competir, con todos los problemas que ello acarrea.
Pegarle una paliza a tu cuerpo un día sí y otro también, no ayuda a que tu cuerpo produzca adaptaciones, ya que la clave de la adaptación y la mejora física estriba en el descanso y en la carga progresiva, entre otras cosas.
En fin, podría hacer esto muy largo y contaros muchas cosas para ver si consigo que alguno de vosotros lograse vencer al aburrimiento y llegase hasta el final de esta carta. Pero por resumirlo: es obvio que este tipo de conductas de “salir siempre a darlo todo” es reflejo de algo más profundo, que tal vez algún día os cuente por aquí, o quizá acabe extensamente relatado en un libro.
Esto que os estoy contando, y todo lo que viene a continuación, me llevó a escribir un poema al que tengo mucho cariño, y que se titula precisamente "Prefontaine".
Cuando trabajé en Nike pude conocer la historia de Steve Prefontaine. Pre fue el primer atleta patrocinado por Nike y sobre él también podríamos estar escribiendo durante horas (tiene varios libros y películas). Su historia es tan apasionante como corta, ya que falleció en un accidente de tráfico a los 24 años. Su entrenador fue Bill Bowerman, cofundador de Nike junto a Phil Knight.
Pre corría pruebas de medio fondo y fondo en el equipo de atletismo de la Universidad de Oregon, pero no era un atleta más. Su filosofía de vida, su estilo de afrontar las competiciones y salir a la pista de ceniza o de tartán, rebasaba toda la lógica y la paciencia de su entrenador Bill Bowerman. Su éxito no fue pulverizar los récords nacionales, que lo hizo. Lo que realmente volvía loca a toda la gente que llenaba las gradas y gritaba su nombre (“Go Pre!”) fue que él no salía a correr a la pista. Él salía a hacer una obra de arte. Cada carrera era un mensaje. Competía como forma de expresión, superando su faceta de atleta nacional y posteriormente internacional, para convertirse en un artista.
Cada vez que sonaba la pistola, Pre se abalanzaba sobre el grupo de corredores hasta alcanzar la primera posición. Se agarraba a la cuerda y aceleraba como si le persiguiera el mismísimo diablo. No tenía estrategia. Su estrategia era reventar en cada carrera. Desde el principio.
Como él mismo afirmaba: “Dar cualquier cosa menos que lo mejor que hay en ti, es desperdiciar tu talento”. Otra frase muy conocida suya era: “puede que alguien me venza, pero va a tener que sangrar para lograrlo”. Toda una filosofía de vida.
Steve lo tenía muy claro. Él no era un atleta. Había decidido superar esa faceta para convertir el atletismo en un arte, en un espectáculo que transcendiera el mero acto deportivo y competitivo. Quería lanzar su mensaje a todo el mundo que estuviera ahí para escucharlo
“Algunas personas crean con las palabras, con la música, o con un pincel y unas pinturas. A mí gusta hacer algo hermoso cuando corro. Me gusta que la gente se pare y diga: “Nunca he visto a alguien correr así antes””.
Correr contra Pre era como correr contra un caballo salvaje. Él mismo declaraba lo siguiente en una entrevista:
“Mucha gente corre una carrera para ver quién es más rápido. Yo corro para ver quién tiene más agallas, quién puede castigarse a sí mismo con un ritmo agotador y luego, al final, castigarse a sí mismo aún más”.
El resultado era que cada carrera en la que participaba Pre era una obra de arte, donde la gente enardecía gritando “Go Pre!” al principio y “Stop Pre!” al final, porque parecía que a Steve había que obligarle a parar, como a los caballos desbocados.
Siempre me ha entusiasmado la figura de Steve Prefontaine. El hecho de que muriera tan sólo a los 24 años de edad, en lo mejor de su carrera deportiva, en un accidente de tráfico (se le cruzó un coche en una curva y para esquivarlo, desvió su vehículo dándose un choque mortal contra un árbol) le elevó a la categoría de mito.
Pero nos deja un gran legado. Todos podemos hacer algo bello desde nuestra actividad diaria. La belleza no la hacen solo los artistas. La belleza se crea cuando una enfermera se esfuerza al máximo un día tras otro, dando todo lo mejor de sí misma a los enfermos, aunque no tenga su mejor día. O cuando el panadero que se levanta cuando algunos todavía no se han acostado, hace a diario las mismas masas, las mismas fermentaciones, los mismos horneados, un día tras otro, venciendo el tedio y aplicando todo el mimo del mundo. Como si fuese su primer día. Recordemos a Pre: “Dar cualquier cosa menos que lo mejor que hay en ti, es desperdiciar tu talento”.
Todos podemos hacer de nuestra cotidianidad una obra de arte si damos lo mejor que llevamos dentro. Si lo convertimos en algo realmente único y asombroso, lleno de pasión irracional.
La poesía, no sólo la escriben los poetas.
Gracias por leer PELEANDO A LA CONTRA.
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Me encantará que puedas compartir esta carta en tus redes sociales para darla a conocer, y que este pequeño grupo de amigos, sea cada vez un poco más grande.
¡Hasta la próxima semana!