Ayer varios de vosotros me escribisteis para comentarme que el poema enviado era “un bajonazo terrible”. Que “a ver quién levanta ahora el fin de semana”. Y cosas similares. Lo entiendo. Me hago cargo.
Un poema funciona tan bien cómo la intensidad emocional que logre despertar en el lector. Cuanto más remueva internamente, mayor gloria. Y No volveré a ser joven nunca dejó indiferente a ningún lector mayor de cuarenta años. Lo hizo muy bien el ejecutivo de La Tabacalera.
He pensado en cómo compensaros. De forma excepcional, claro está. Los que todavía no os habéis dado de baja de esta newsletter preguntaros qué tara es la que arrastráis. Un poema diario. Y la mayoría de tono trágico o melancólico….
Una confesión: desde que he empezado a enviaros un poema cada día, se han dado de baja más de sesenta personas. Todos los días sale gente corriendo de aquí ¿Por qué sigues tú?
Leía hace unos días en en la introducción de El sueño cumplido, de Eloy Sánchez Rosillo, editado en Nuevos textos sagrados, de Tusquets:
“Lamento y celebración vienen a fin de cuentas a ser casi iguales, aunque en ambos la realidad aparezca enfocada desde ángulos distintos, o mas bien desde tiempos diferentes. La poesía hímnica ensalza la alegría de vivir y la hermosura del mundo en el presente, mientras que la elegíaca efectúa similar enaltecimiento con retardo, en diferido, es decir, cuando lo que se pretende exaltar se encuentra ya concluido y en el pasado, fuera del alcance de nuestras manos, en un pretérito cercano o remotísimo, y de ahí se deriva por cierto su queja y su tono melancólico. […] Los sentimientos negativos son baldíos; no crean, sino que destruyen, y la poesía es creación. La melancolía por el contrario, es un estado de ánimo que proporciona un impulso poético asombroso, y que nos acerca de forma muy intensa, a través del recuerdo y de la evocación, a lo que fue pasto del tiempo”.
En fin. Habéis pedido buen rollo, y tendréis buen rollo (aunque sólo sea por esta vez). Así que os envío hoy un poema de un libro titulado Euforia, de Carlos Marzal. El poema se titula De todo corazón. Y sí. Es un subidón. Es pura euforia.
De todo corazón
MEJOR estar del todo convencido.
Por cada anochecer, por cada aurora.
Mejor estar del todo.
Entregado a las cosas,
en las cosas.
De todo corazón:
y cuando el corazón nos desengañe,
que me importa.
No sólo a la cintura:
mejor que llegue el agua hasta la boca.
Inundados,
mejor que estar sedientos.
Bajamos a pulmón:
si alguno se arrepiente,
que deshonra.
Qué desperdicio en vida.
La memoria
no es una facultad que nos convenga.
Ya no quiero pasar por razonable:
aquí sólo cantamos a la euforia.
De todo corazón, sin prisioneros.
Hay que hacerse matar.
Esa es la gloria.