Fue el año en que Almudena paró el tiempo. Un fantasma llamado pandemia helaba el mundo, se veían comercios vacíos, ambulancias y animales salvajes por las plazas desiertas de Roma o de Madrid, cuando a ella le dieron la noticia: —Hay que operar de urgencia, le dijo el doctor. Se tuvo que sentir acorralada y los malos presagios cruzarían su mente como Napoleón y sus ejércitos atraviesan los libros de Tolstói y Stendhal. Pero no se rindió: sin su melena era aún la leona de siempre, aunque llevase un dardo envenenado dentro del corazón. Al hablar agitaba la bandera verde de la esperanza —mientras las llamas negras en sus ojos decían que todo enfermo posa para un cuadro de El Greco- y los demás jugábamos a imitar su optimismo igual que las estatuas aprovechan que llueve para fingir que lloran. El miedo está en nosotros, nos excava, es ese pasadizo secreto del castillo que nadie sabe a quiénes oculta o dónde va. A veces le decíamos lo que se dice siempre: —La medicina avanza; lo han detectado a tiempo; hoy la quimioterapia ya no es lo que era... Ninguno mencionaba su última novela, ni a su amado Galdós: que las cosas no estaban para literaturas y en el mundo del cáncer nadie escribe mejor de lo que cose el cirujano. Fue en los tiempos del virus y las calles vacías. Cuando podía estarse con ella, la abrazaba con cuidado, seguro de que ya era de vidrio, y echaba las campanas al vuelo: — Estás fantástica, todo va a salir bien y sufrir hace daño pero también recuerda lo hermosa que es la vida, igual que el amarillo es a la vez el color de la mala fortuna y el del oro. Sé que los dos sabíamos que no era verdad. De repente llegó el ultimo verano, el primero sin ella, aunque estuviese allí: ya no fue a caminar junto a las almadrabas, ni a nadar por las tardes hasta la boya roja; se sentaba en el patio de su casa y hablaba de volver a la ciudad. No había claudicado, pero ya se mentía. La gente fue a su entierro con sus libros, los hacía ondear igual que si quisiera que pudiesen decirle adiós sus personajes, y por todos cruzaba la sombra del dolor de esa forma en que pasa un lúgubre murciélago delante de la luna. Fue el año en que Almudena paró el tiempo: para quienes la amábamos el día de su muerte nunca va a terminar.
(Paradero desconocido, de Benjamín Prado. 2023.)
Precioso y muy emotivo poema de Benjamín Prado en su último poemario, Paradero desconocido, que no puedo más que recomendaros. Un libro para guardar en nuestra biblioteca y releer.
Espero que os guste tanto como me ha gustado a mí.