El ser humano es extraordinario
Son las 23.03 de la noche del domingo. Acabo de venir de aparcar el coche. Los domingos no está vigente la zona verde ni la azul, así que aparco despreocupadamente en mi calle. Pero claro, los lunes vuelve a salir el Sol, y con él, la aplicación de la normativa de aparcamiento restringido.
Es bien cierto que podría pagar los cuarenta o cincuenta euros al año por el permiso de residentes. Tan cierto como que podría comprar o alquilar una plaza de garaje. Pero disfruto con esa furtiva escapada nocturna de los domingos para mover mi vehículo y tentar a la suerte. Hoy la he tenido y he conseguido aparcar en menos de un minuto.
Pero las apariencias, en ocasiones, no son sinceras. La suerte de encontrar aparcamiento rápidamente trae consigo la desgracia de un paseo mucho más corto de vuelta a casa. Y ya sabes lo que escribía Kavafis:
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo
Esta noche no he sido Ulises, pero unos minutos de paseo me han servido para relajarme bajo un cielo mentiroso, recordando veranos donde uno era extremadamente feliz, el cielo nocturno parecía estar lleno de lágrimas de plata, y el aire traía un aroma a vida que me taladra la memoria. Iba a mitad de camino y pensaba lo que siempre has pensado alguna vez, qué feliz sería si pudiera volver atrás.
En más de una ocasión, he podido volver a aquellos sitios donde realmente había sido muy feliz y no había regresado físicamente. Pero como canta Sabina:
Al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver
Con los años vas entendiendo que regresar a esos lugares con la esperanza de encontrarte con el que fuiste, no le hace ningún favor al lugar. Y mucho menos a ti mismo. Lo que entendemos y percibimos como realidad es espacio-tiempo, y hasta que no descubramos cómo movernos en ambas dimensiones hacia atrás, nos tendremos que conformar con nuestra caprichosa e imperfecta memoria, y con el dulzor amargo de la nostalgia.
Cuando me eché las manos al bolsillo para ver si el despiste me había vuelto a dar caza, palpé las llaves de casa y tomé consciencia de lo estúpido que me estoy volviendo con la edad.
Somos los seres vivos más inteligentes de este planeta, pero con los años nos volvemos más y más necios. Vamos perdiendo nuestra habilidad de imaginar nuestra felicidad futura, fantaseando durante largos espacios de tiempo con todo lo bueno y bello que espera nuestra llegada.
Sin embargo, nos empeñamos en buscar nuestra felicidad en el pasado. En el único sitio donde no podemos volver, y donde no tenemos ninguna capacidad de actuar.
Como afirmaba aquel anuncio de Aquarius: “El ser humano es extraordinario”.