Mi infancia son recuerdos de un piso a las afueras
y un huerto descuidado en la ventana;
mi juventud, veinte años de cuadernos de inglés.
Conseguirás -dijeron-
mucho más que tus padres y sus padres:
estudia cuatro años y tendrás un trabajo,
trabaja y vivirás siempre tranquila;
trabaja y serás digna de un futuro.
Asentí, como todos -hijos de la bonanza-.
No atendimos a aquel presentimiento,
aquel olor a pólvora -aún distante-
que asomaba en voz baja
como un eco de angustia a puertas de palacio.
De aquél país ajeno a las fronteras
solo guardo el recuerdo de la luz
y una aversión a la palabra patria.
(Hijos de la bonanza, de Rocío Acebal. 2020.)