De las cosas que más me gustan de Peleando a la contra es poder recuperar poemas de grandes poetas. Especial ilusión me hacen los que están durmiendo en libros de viejo. Versos que no podrás encontrar en Google y que tengo que teclear letra a letra, para darles una nueva vida en internet.
Este poema de Mariano Roldán, es perfecto para un lunes, así que espero que lo disfrutéis.
Nada, un hombre
A su trabajo fue muy de mañana
—en el aire el invierno puesto a prueba—
y regresó, cansino,
hombre usual y multitudinario,
al calor animal de las patatas,
bien arrimado a su bufanda gris
y a los sesenta años de su vida.
Después, leyó el periódico,
conversó con la esposa y con los hijos,
sorbió el café ritualmente,
se interesó por la vecina enferma,
ceremonioso consultó
su tirano reloj de oscuros números,
conquistó su gabán
y volvió a ser anónimo en la calle.
(La oficina, la caspa amarillenta
de las horas, el lento compadreo...)
Otro autobús. Los mismos
árboles negreantes, las primeras
luces de la ciudad haciendo tiempo.
Llegó a su casa. Puso
el gabán en la percha, el alma en zapatillas,
contempló las imágenes
de una comedia de alta sociedad
(allí admiró lo bien que se comporta
y habla la gente encopetada)
mientras los suyos iban
llegando. Luego
todos juntos cenaron. Comentaban los hijos
de fútbol y proyectos. Él tenía
sueño. Y, a los postres,
se fue a dormir, pensando como siempre
que no se merecía tanta felicidad,
que era un derroche su destino.
(Ley del canto, de Mariano Roldán. 1970.)