Peleando #12: Esperaba algo de algo
No es lo mismo quedarse mirando el mar, que zambullirse en él. Durante estas semanas, me leí tres veces el último poemario de Luis Antonio de Villena, Miserable vejez. No me decía nada. No logré conectar con el libro. No entendí nada.
Quizá tenía demasiada ansiedad lectora. Innumerables los libros pendientes de leer en casa, más los que me gustaría traer. Más los que están a punto de publicarse y les tengo echado el ojo. Y los que quiero releer. Me siento delante de un libro y tengo la mente en modo ejecución. Pero cuando uno ejecuta no mira, no escucha, no deja espacio para que nada suceda dentro de uno mismo. Simplemente, se busca la eficacia. He tenido rachas donde he leído más de cincuenta libros al año.
Así que me volví a sentar con de Villena pero cambié la estrategia. Cogí un lápiz, y me dediqué a leer sólo un poema. Busqué las palabras que desconocía o que necesitaba contextualizar. Hice anotaciones, subrayé algunos versos. Y volví a leerlo. Y otra vez. Y otra vez de nuevo. Lo leí como seis o siete veces.
No podía parar de leerlo. Me estalló la cabeza. Era un poema lleno de verdad y belleza.
AQUEL MEDIODÍA EN EL RÍO ENORME
Una vez llegué al punto de nubes y soles
donde el inmenso río Magdalena se une al océano.
Dos gigantescas aguas diferentes, oleaje y camalotes,
hojas arrastradas, enormes, y peces muertos o de plata...
En la lengua central, de tierra, un pueblecito de pescadores.
Negros que bajo el húmedo calor muestran el agua
eterna y hablan de la pesca, de bagre o rayas.
Le dije a mi amigo joven: sería bello vivir aquí.
Siempre. Lejos de todo. Desnudos. Fuera de este tiempo
atroz.
Pero me miró sin ganas. Aún esperaba algo de algo.
Y yo –fascinado de aguas poderosas y sol primitivo–
tampoco me podría quedar. Los pescadores serán echados.
El tosco mundo moderno destruye el tosco mundo viejo.
Todo se derrumba. Todos mienten. Escupen y ensucian
todos. Nada quedará de nada. Maldad y cieno.
Una horda de gentuza brutal y avariciosa.
Tan avara que solo habrá crimen y desierto.
Y acaso –muertos– el gran Magdalena contra el
Océano enorme.
¿Cómo pude pasar tan de puntillas por este poema? La poesía requiere un estado de ánimo concreto que nuestra época no facilita. Por eso es tan importante dedicarle su espacio y su tiempo. Evitaremos así quedarnos tan ciegos y anestesiados como para no ver verdad o belleza aunque la tengamos delante de nuestras narices. Reconocerlas, es ejercitar y potenciar las que nosotros mismos llevamos en nuestro interior. Es otra manera de estar vivo más allá del mero sobrevivir.
Vuelvo al poema. Luis Antonio de Villena se encuentra con la posibilidad de volver al paraíso, aunque sea uno terrenal: “Le dije a mi amigo joven: sería bello vivir aquí. / Siempre. Lejos de todo. Desnudos. Fuera de este tiempo / atroz.”
¿Quién sería capaz de despreciar tamaña oportunidad?
Sin embargo, su compañero le mira sin ganas. Obviamente no comparte su ilusión porque aunque físicamente está a su lado, su mente está muy lejos. No es capaz de disfrutar y de habitar el Edén que tiene delante ¿Por qué? ¿Qué es lo que le ciega?
Y aquí, nos deja el poeta la frase clave que debería sobrevivirle. Hermosa por la sencillez en que nos enseña una verdad humana tan rotunda:
“Aún esperaba algo de algo”.
Duelo de poetas
Vaya la que se ha montado. Pasamos de puntillas por la polémica de Luis García Montero (director del Instituto Cervantes) por sus declaraciones sobre el presidente de la RAE. Hubo réplica literaria (vía ABC) saliendo en su defensa la letra “J”, es decir, Álvaro de Pombo.
No voy a poner enlaces a nada de esto. El que no haya visto, que busque. Tan sólo diré que a sus ochenta y seis años, la punta de su lápiz está plenamente afilada.
Lo nuevo de Enrique Bunbury
Leí su primer libro de poemas publicado en La Bella Varsovia: Exilio Topanga. En ese momento, no me gustó mucho. Cuando publicó más adelante Microdosis, ya en Editorial Cántico, me lo salté.
Pero ahora vuelve con un nuevo libro titulado: Los suaves deslices de la lluvia. Repite con Editorial Cántico y el catalizador para esta nuevo poemario ha sido el fallecimiento de su padre. Tengo gran curiosidad. Probablemente termine volviendo a su redil y me lo lea.
Por cierto, acaba de salir y ya lidera la lista de los libros más vendidos de poesía.
Trinchera de belleza
Se ha fallado el XXII Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca – Ciudad de Granada, que ha ido para Jaime Siles. Recordar que este premio no es a una obra en concreto, sino a una trayectoria, y te tienen que presentar.
La candidatura fue propuesta por ABC y en esta ocasión hubo 37 candidaturas de quince países. Según destaca el propio periódico, se le ha concedido el Premio “Por hacer de la literatura «una trinchera de belleza»”.
Duérmete niño, duérmete ya
Muy buena pinta tiene este poemario que acaba de publicar La Bella Varsovia y que fue premiado con el II Premio Ana Santos Payán. Se trata de Infundio (cuentos del Coco), de Marta Boronat.
Aquí tenéis algunas primeras páginas para poder echar un ojo.
Un poema, y nos vamos
AUNQUE TÚ NO LO SEPAS Como la luz de un sueño, que no raya en el mundo pero existe, así he vivido yo iluminando esa parte de ti que no conoces, la vida que has llevado junto a mis pensamientos. Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto cruzar la puerta sin decir que no, pedirme un cenicero, curiosear los libros, responder al deseo de mis labios con tus labios de whisky, seguir mis pasos hasta el dormitorio. También hemos hablado en la cama, sin prisa, muchas tardes esta cama de amor que no conoces, la misma que se queda fría cuanto te marchas. Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo, hicimos mil proyectos, paseamos por todas las ciudades que te gustan, recordamos canciones, elegimos renuncias, aprendiendo los dos a convivir entre la realidad y el pensamiento. Espiada a la sombra de tu horario o en la noche de un bar por mi sorpresa. Así he vivido yo, como la luz del sueño que no recuerdas cuando te despiertas. (Luis García Montero, de Habitaciones separadas (1994)).