Por qué escribir un libro (que casi nadie va a leer)
La semana pasada os comenté que iba a contaros algunas cosas sobre mi último poemario. Bien, pues allá vamos.
Para ser honesto, el lanzamiento del ebook ha ido bastante peor de lo esperado. Tenía esperanzas en alcanzar mejores números en estos primeros días, pero no ha sido así. Al principio fue un poco frustrante, porque le dediqué bastante tiempo a una serie de acciones que no han funcionado.
Eso me llevó a preguntarme por qué escribir un libro que casi nadie va a leer. Rápidamente pensé que podría preguntarme lo mismo cuando salgo a correr o me apunto a una carrera popular ¿Para qué entrenar y pagar un dorsal si no voy a estar si quiera entre los diez primeros? No es un tema de disfrutar con lo que se hace, que también (pero sobran opciones de disfrute). Es un tema de belleza y de proceso.
Según voy cumpliendo años, empiezo a valorar cada vez más la belleza. Algo que consideré en otras etapas de mi vida como banal o superfluo, ahora se me antoja esencial. No es algo que haya decidido. Simplemente es algo que me está pasando, sin llegar a entender todavía el motivo.
El proceso de tener algunas ideas en tu cabeza y convertirlas en un libro, es algo hermoso. Y cuanto más se repite el proceso, más posibilidades de mejorarlo. Pero la auténtica belleza reside aquí: La repetición mejora el proceso, la mejora del proceso ofrece un mejor producto final, y todo esto es posible porque lo que mejora en primera instancia es el propio escritor. Por tanto, escribir un libro que casi nadie va a leer, una y otra vez, es un acto no sólo de creación, sino de co-creación.
Esto no sucede en las fábricas. Las máquinas crean un producto, y lo único que sucede en ese acto de creación, es un progresivo desgaste de la propia máquina. Punto. Nada más. Si bien es cierto que la nueva revolución industrial ha roto este encanto. Ahora los algoritmos no sólo desarrollan procesos y crean “resultados”, sino que a través del machine learning, la propia repetición del proceso hace posible la co-creación. El “resultado final” y el propio algoritmo van mejorando repetición tras repetición ¿Terminará la inteligencia artificial desarrollando la capacidad de escribir poesía? No lo dudes.
A ver, no me malinterpretes. Me gusta que la gente lea lo que escribo. De hecho, es algo que me encanta. Pero sé que esa parte no la puedo controlar, y además, está muy relacionada con el alimento del ego. Que te lea cada vez más gente, no te vuelve mejor escritor. Sólo seguir escribiendo crea mejoras y aprendizaje.
Una de las ventajas de autopublicar es que no tengo esa presión por conseguir lectores (más allá de mi ego). Es decir, no he liado a ningún editor a que asuma el riesgo de publicarme. El riesgo lo asumo yo al cien por cien. Y eso genera también aprendizajes relacionados con la parte editorial y/o industrial del libro como producto cultural/comercial. Quizá en un futuro lejano, pueda contar con la ayuda de una editorial, pero hoy por hoy es algo que ni me planteo. Me queda todavía un largo camino de aprendizaje y desarrollo en el oficio de escribir.
Respecto a este último libro, creo que he conseguido el objetivo: mejorar el anterior. Que hubiera algo de evolución. Aprendizaje y evolución. También quería que fuera algo menos intimista, o al menos, que no pareciera un desahogo personal. Muchas de mis amistades que leyeron el primer libro lo interpretaron como si los sentimientos que evocaban los versos fueran los míos. Al ser Juventud cansada un libro de corte oscuro y triste, incluso hubo más de uno que se preocupó y me preguntó si tenía algún problema y me encontraba bien.
En este nuevo poemario, he querido seguir en ese mismo tono emocional, pero he intentado evocar emociones más extremas. He imaginado situaciones límite. Me he puesto mentalmente en la situación de un judío ocultándose de los nazis, un suicida, un adicto a la heroína, en fin… escenas muy alejadas a mi vida llena de amor, salud y trabajo (por si alguno sigue todavía con dudas, las cuales por otro lado aprecio como fruto de la amistad).
También he recurrido al tema religioso. En concreto, el típico de la crisis de fe. Creo que me ha ayudado a envolver los poemas en algo con lo que mucha gente se puede o se ha podido sentir identificada en algún momento de su vida. En fin, ha sido un poco el caballo de Troya con el que intentar conectar mejor con los lectores.
Por último, he escrito algunos poemas en una temática más blanca para crear algo de contraste y así poder acentuar todavía más la partes más oscuras. Por ejemplo, hay dos poemas sobre el atletismo (uno de ellos dedicado al atleta José Ignacio Díaz, con ocasión de su triunfo en el campeonato de marcha de Roma de 2016).
Dicho todo esto, en los próximos días saldrá la edición impresa del poemario. Será otra oportunidad para remontar esta pequeña decepción y mejorar los números. Intentaré conseguir algunas reseñas, seguiré persiguiendo a los lectores para que me dejen su opinión en Amazon, y haré algún sorteo en redes sociales.
Y, por supuesto, seguiré escribiendo.